La pandemia ha sido de desdichas

Por Santiago Villamil

Sin duda alguna, América Latina ha sido una de las regiones más afectadas por la crisis del coronavirus a nivel mundial, y también la que peores perspectivas económicas tiene para el futuro. Desde cada flanco imaginable, se ciernen sobre el continente amenazas graves, como caídas en los precios de las materias primas, baja demanda de servicios turísticos, fuga de capitales y devaluación, entre tantas otras. Y esos son tan solo los desafíos externos. Internamente, son muchos los países que tendrán -si no es que ya- grandes déficits fiscales a los cuales hacer frente, así como una desigualdad y niveles de pobreza trepidantes.

Las cadenas de producción globales se han visto afectadas y los dos principales socios comerciales de la región, EE. UU. y China, tampoco pasan por buenos momentos. No obstante, parece que China logrará crecer pese al golpe, pues la vida allí se lleva ya con prácticamente total normalidad y su recuperación ha sido formidable. La conjunción de todos estos factores se traduce en la pauperización de miles de hogares colombianos.

De hecho, según las últimas cifras publicadas por el Dane, para el año 2019 ya se había dado un retroceso en materia de lucha contra la pobreza respecto al año anterior. 729.000 personas cayeron en la pobreza extrema, para totalizar 4.7 millones de personas en esa condición. Además, se contabilizaron 17.4 millones de personas bajo la categoría de pobreza monetaria. Está por verse cómo cambiarán estas cifras con el efecto de la pandemia durante el corriente año, pero para nadie es una previsión ambiciosa presagiar retrocesos nefastos y perdurables.

Uno de los datos más dicientes de cómo se ha afectado la vida cotidiana de algunos colombianos con la pandemia es el de cómo ha cambiado el número de comidas diarias por persona. Según la Encuesta Pulso Social, que realizó el Daney en la que participaron 9.866 personas de 23 ciudades capitales, un 23% de los hogares han tenido que reducir de tres a dos las comidas diarias. El 10% de los hogares solo tienen para una comida al día.

También se han dado profundas implicaciones psicológicas dentro de los encuestados. Por ejemplo, un 19% de ellos declararon tener problemas para dormir. En parte, estas cifras se deben a la preocupación que genera la coyuntura, sentimiento que el 44% de los jefes de hogar manifestó haber sentido durante la semana previa a la encuesta. Otro 26% manifestó haber sentido tristeza durante el mismo periodo.

La situación meramente económica es también bastante luctuosa. El 63% de los encuestados manifestó una situación peor que la del año anterior, el 28,4% una mucho peor y tan solo un 6,2%, una igual. El 27,6% ni siquiera tiene ingresos, el 64,1% no tiene capacidad alguna de ahorrar, y tan solo el 8,2% siguió contando con esa posibilidad.

La formación académica también se ha visto fuertemente afectada. Solo el 58% de los hogares reportó que ha mantenido la continuidad de los estudios, lo que puede dar una idea de la magnitud de la deserción estudiantil. Entre los desertados se les preguntó por sus motivos: un 31,8% respondió que no podían pagar la pensión por fala de ingresos, un 22,3% que la institución educativa estaba cerrada y que tampoco ofrecían clases virtuales, y otro 21% no contaba con las herramientas tecnológicas necesarias para poder asistir a las clases en línea.

Para muchos hogares el temor principal ya ni siquiera es un posible contagio por el virus, en muchos casos por la urgencia de la contingencia económica. Un 48% de los hogares sí manifestaron preocupación por ese escenario, pero otro 25% se mostró absolutamente indiferente.

Sin duda alguna, Colombia y toda América Latina enfrentarán durante los próximos años retos como nunca en su historia. El desempeño en el manejo de la crisis puede llegar a tener consecuencias abrumadoras en la carrera por el desarrollo a corto y largo plazo, y cualquier tipo de decisión en materia de política pública para remediarla será de suma importancia durante los próximos años.

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