Esta es la razón por la que hacemos Planes de Desarrollo a 4 años y no a 20 años

En las últimas semanas uno de los asuntos más comentados en Colombia es la validación social que en los departamentos de Colombia realiza la DNP del Plan Nacional de Desarrollo, que marcará lo que resta del gobierno del señor presidente Iván Duque al mando del ejecutivo colombiano.

Este plan, elaborado técnicamente sin duda, tiene una gran carencia de base, que no está en el documento en sí, ni en el grupo de expertos que participaron en su elaboración, sino en la concepción misma de este instrumentode gobierno: el Plan Nacional de Desarrollo en Colombia tiene una vigencia de sólo 4 años, que es lo que dura un mandato presidencial.

Esta corta vida útil va en contra del mismo precepto establecido en la Constitución Colombiana de 1991, que señala a la letra:

“.. Habrá un Plan Nacional de Desarrollo conformado por una parte general y un plan de inversiones de las entidades públicas de orden nacional. En la parte general se señalarán los propósitos y objetivos nacionales de largo plazo, las metas y prioridades de la acción estatal a mediano plazo y las estrategias y orientaciones generales…” (Constitución Política de Colombia, Art 339).

Como vemos, la Constitución indica que el Plan Nacional de Desarrollo debe marcar los propósitos y objetivos nacionales de largo plazo; la pregunta que salta claramente a la vista al respecto es: ¿Cómo puede cumplir lo indicado si solo tiene una efectividad, a lo sumo, de un periodo presidencial?

La carencia de una estructura de visión de largo plazodesde el ejecutivo no es patrimonio exclusivo de Colombia, sino que es un problema generalizado en toda la región. Si bien el ser humano es el reflejo de la aversión a la incertidumbre y cortoplacismo por antonomasia, los factores culturales parecen calar más profundamente en Latinoamérica, donde por múltiples causas la ausencia de pensamiento futuroes un fenómeno generalizado en nuestros gobiernos, como lo señala el afamado político e intelectual chileno Sergio Bitar (2014).

El pensar nuestras políticas en función al color político de nuestros gobernantes, sin un norte de largo plazo nos ha pasado factura a lo largo de la historia republicana, condenándonos a un desarrollo sub óptimo.

“La única manera de conseguir un desarrollo estable era con instituciones sólidas y el sostenimiento de una visión que los guiase, más allá de los gobiernos de turno.”

Existen múltiples ejemplos de marchas y contramarchas que se dan en la región, con respecto a temas tan variados como las reformas estructurales de segunda y tercera generaciónque están pendientes o el perfil productivo de nuestros países, que no logra separarnos de las materias primas con poco valor agregado y que nos condena a la volatilidad de estas. La situación se complica para nosotros con el advenimiento de la llamada Cuarta revolución industrialde la próxima década (Schwab, 2016).

Contrario a nuestro caso, las economías del mundo desarrollado tradicional se dieron cuenta (en el caso europeo en el siglo XIX y en Norteamérica a fines de dicho siglo y comienzos del XX) que la única manera de conseguir un desarrollo estable era con instituciones sólidasy el sostenimiento de una visiónque los guiase, más allá de los gobiernos de turno.

Más recientemente, en los últimos 50 años, está el caso de las economías de los llamados Tigres Asiáticos, donde ejemplos claros como el de Singapur o Corea del Sur ilustran el poder que tiene el generar una visión de largo plazoy políticas que trasciendan gobiernospara tangibilizar la misma por medio de una estrategia país (Kuosa, 2011).

Hoy en día estas economías muestran resultados sorprendentes, que las han llevado de promedios de producto per cápita bastante inferiores a Latinoamérica en la primera mitad del siglo XX, a superarnos ampliamente tanto en producto como en ingresos (Loayza et. Al, 2004).

La prospectiva es una herramienta clara, que lleva a dirigir los procesos estratégicos de generación de visiones de largo plazo.

Hoy Latinoamérica está viviendo un cambio de forma de pensar de su población en general, que al parecer esta alentando algunos procesos de pensamiento de largo plazo, como nos indican los investigadores de CEPAL (Mattar & Cuervo, 2016).

Existen algunos países en la región que están explorando la posibilidad de generar visiones de largo aliento, como el caso de Chile con sus ejercicios al 2036, Costa Rica estructurando una visión al 2040 o Uruguay que está analizando sus sectores productivos y de servicios al 2050, esfuerzos todos asesorados metodológicamente por algunos de los mejores pensadores de futuros del continente.

En este contexto la prospectiva,como disciplina, brinda tanto a los técnicos como a los tomadores de decisiones, una herramienta clara, que lleva a dirigir los procesos estratégicos de generación de visiones de largo plazo, que debe ser más difundida y empleada para las altas decisiones de estado, dado su carácter participativo y de construcción de futuros posibles.

Es hora de que Latinoamérica cambie su rumbo y se enfoque en el “punto B” al que apuntamos en el mediano y largo plazo, para posteriormente poner todos los esfuerzos en conseguirlo (que debe estar reflejada en la llamada “estrategia gestionada”). Esto es imprescindible dado que como nos decía el filósofo romano Séneca hace 2000 años “si uno no sabe a que puerto está navegando, ningún viento le será favorable”.

Fredy Vargas Lama
Profesor Investigador
Centro de Pensamiento Estratégico y Prospectiva.


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