Desmovilizados en Colombia: el riesgo de ‘echar para atrás’

La investigación, realizada por la ARN, el área de Salud, Conocimiento Médico y Sociedad del Centro de Investigaciones sobre Dinámica Social y el Externado, determinó que el 61% de la población estudiada tiene alarmas específicas de malestar emocional que puede estar configurando trastornos de salud mental.

  • Resultados de la encuesta aplicada a cerca de 27 mil personas desmovilizadas de grupos armados en proceso de reintegración
  • La investigación “Salud mental en el contexto Desmovilización Desarme y Reincorporación: trayectorias, espectros de sufrimiento y calidad de vida en población desmovilizada del conflicto armado colombiano”, fue realizada por el Externado de Colombia y la Agencia para la Reincorporación y la Normalización.
  • El regreso a actividades del conflicto armado o delincuenciales es el resultado de una serie de aspectos, tanto de los sujetos como de sus contextos y de factores estructurales de la sociedad colombiana. Hasta un 77% tendrían riesgo medio de regresar al conflicto armado.
  • Alrededor del 17% de la población estudiada, practicamente 4500 personas, acumulan riesgos por situaciones vividas provenientes de su trayectoria, que ameritan una atención particular y cuidadosa.
  • Un 61% de la población tiene alarmas específicas de malestar emocional que puede estar configurando trastornos de salud mental.
  • La persistencia de las condiciones sociales, económicas y culturales que generaron la guerra, impide el afianzamiento de la paz.
  • La investigación define aspectos prioritarios de intervención y propone un modelo integral de atención con perspectiva comunitaria.

Se firma la paz, pero persisten múltiples expresiones de violencia; emergen nuevas y variadas formas de delincuencia; la corrupción campea; la intolerancia y la violencia verbal son cotidianas. ¿Qué está sucediendo?

La investigación realizada por la estatal Agencia para la Reincorporación y la Normalización – ARN y el área de Salud, Conocimiento Médico y Sociedad del Centro de Investigaciones sobre Dinámica Social – CIDS, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas del Externado de Colombia, ofrece respuestas a este interrogante y a otros tan acuciantes como: ¿hasta qué punto el camino recorrido por quienes se encuentran en el proceso de desmovilización e integración a la vida civil está en peligro de ser ‘desandado’?

Investigadores del CIDS, encabezados por Diego Mauricio Aponte Canencio diseñaron para la ARN la Encuesta Multiaxial Psicosocial (EMP) diseñada en 2010 con el objetivo de detectar problemáticas de salud mental y mejorar los procesos de antención psicosocial que brinda la institución. El instrumento se sigue aplicando hasta el día de hoy por parte de la ARN. Los resultados de su aplicación por parte de los profesionales de la ARN, dentro de un proceso de colaboración entre la Academia y el Estado dan lugar a la publicación del libro escrito por Diego Mauricio Aponte y José Zapata “Salud mental en el contexto Desmovilización Desarme y Reincorporación: trayectorias, espectros de sufrimiento y calidad de vida en población desmovilizada del conflicto armado colombiano” (editorial del Externado) presentado el 24 de abril en la Feria Internacional del Libro de Bogotá.

La prueba, respondida por cerca de 27.000 personas en proceso de reintegración en el periodo comprendido entre 2010 y 2014, al caracterizar a quienes adelantaban el proceso en aquel periodo, puede brindar pautas para todos los que hoy realizan su tránsito a la vida civil, con posterioridad al acuerdo de paz, subrayan los investigadores.

Se obtuvo una caracterización general de la población en cuanto a: probabilidad de trastornos mentales (presencia significativa de síntomas de distintos eventos clínicos entendidos como expresión de sufrimiento emocional); rasgos de personalidad destacados; trayectorias de vida y calidad de vida percibida, con la idea de relacionar los ámbitos de la salud mental con el del conflicto armado. Todo ello en favor de ofrecer insumos importantes para entender y actuar sobre el futuro inmediato, como parte de un esfuerzo dirigido a mejorar los resultados en un campo que registra un índice de 70 por ciento de experiencias exitosas, según cifras oficiales de la ARN, que no resulta del todo desalentador, si se le compara, por ejemplo, con el 70 por ciento de reincidencia en población vinculada al sistema de justicia.

Se trata, explican los autores, de “un acercamiento que toca elementos del sufrimiento emocional y se acerca a la historia pasada y presente de cada sujeto y de sus distintos contextos para aportar un marco comprensivo de su proceso de vida. (Porque) sería imposible estudiar las condiciones psíquicas al margen de los contextos sociohistóricos en las que estas se estructuran y configuran… (Se trata de) comprender los diversos síntomas o trastornos ocasionados por la experiencia del conflicto armado como resultado de duelos, daños en la salud mental, exposición a experiencias crueles y de barbarie, frustración, exclusión, estrés crónico y rupturas emocionales y de vínculo social de sus participantes. Implica también entender el malestar derivado de la transición de las dinámicas de vida militar y del conflicto armado a las dinámicas de la vida civil y el proceso mismo de reintegración”.

Lo que dicen las trayectorias vitales de las personas

Las trayectorias de vida de quienes hoy hacen parte de programas de desmovilización y reintegración ofrecen información bastante precisa sobre las posibilidades que existen de regresar a los grupos armados. Es un ejercicio que contrasta el nivel riesgo antes de ingresar a la organización armada, durante su permanencia en ella y en el proceso de reincorporación a la vida civil.  Las trayectorias son observadas en función de 8 ejes, considerados factores determinantes del conflicto y del malestar emocional:

Disposición por ruptura normativa (carencias en el acatamiento de la ley); Disposición por contexto cultural del conflicto (normalización de pautas culturales de guerra); Disposición por redes de riesgo (fragilidad de redes sociales protectoras y presencia de redes delincuenciales de riesgo); Disposición por afectación de vínculos (efectos de experiencias de victimización no elaboradas); Disposición por prácticas políticas no democráticas (corruptas, excluyentes, violentas, no participativas y autoritarias); Disposición por déficit de recursividad social adaptativa (desequilibrio entre habilidades sociales y laborales y oportunidades); Disposición por inserción laboral-productiva y Disposición por condiciones de salud y autocuidado.

Aquí los resultados más importantes:

-77% de la población estudiada muestra, en la suma de todos los ejes de la trayectoria, un riesgo medio, en contraste con un 22% de disposición baja, y el 1% de disposición alta. Es decir: existe un riesgo de grado medio de retornar a la guerra, en la mayor parte de la población de la encuesta.

-A más alarmas en los ejes, mayor riesgo de retornar a la actividad armada. 17%, registra más de 3 alarmas: unas 4500 personas del estudio que requieren de una atención particular.

-El eje que más acumula riesgos por disposición, es el de “déficit de recursividad social adaptativa”. Un 93% de la población reporta un grado de disposición medio a alto: las personas reconocen desequilibrios entre las habilidades que tienen y sus oportunidades para usarlas en los contextos de la reintegración, alrededor de los temas indagados (resolver conflictos, comunicarse y tener habilidades que les permitan ‘defenderse’ en términos productivos en un entorno legal).

-Le sigue en importancia la disposición por “afectación de vínculos”. Del 81,6% de la población que reporta disposición de riesgo en este eje de la trayectoria, casi un 42,9% reconoce que en afectación de vínculos hay un grado de riesgo alto y apenas un 18,3% de la población se encuentra en atenuación. Ello refleja la acumulación de duelos, pérdidas, crueldad, barbarie y cercanía con la muerte, situaciones que no han tenido oportunidad de elaborar y que implican vulnerabilidad importante en relación con los temas de salud mental y afectación emocional.

-El eje de “redes de riesgo”, presenta cifras preocupantes: si bien en un 40,2% de la población hay una disminución de grado de riesgo por fragilidad de las redes de apoyo (familiares, sociales), un 50% se considera que hay un aumento en la fragilidad de redes o, por el contrario, una elevación de la presencia de redes peligrosas, que actúan como una suerte de imán hacían la delincuencia.

En conclusión, según el documento, “en buena parte de la población priman situaciones y persisten o aumentan condiciones de riesgo en el momento final, en comparación con el momento en el que las personas ingresaron a los grupos armados… (estas) particulares constelaciones de riesgo deben tenerse en cuenta para valorar y orientar los procesos de reintegración o reincorporación y la construcción de una paz duradera en el posconflicto”.

Otro dato relevante es la correlación entre los indicadores de cultura política no democrática, redes de riesgo y normalización de pautas culturales de la guerra y la violencia que, según los autores, deberían ser afrontadas prioritariamente por los gobiernos.

 La salud mental de quienes dejan la guerra

Según el estudio, se dibuja una cierta vulnerabilidad específica de la población analizada en relación con su salud mental. Se identifican factores existentes desde antes de su ingreso a los grupos armados, y otros por cuenta de tensiones propias del proceso que viven en cuanto a abandonar la guerra: inserción laboral, reconstitución de formas de vida, reencuentros con las familias,  inseguridad y riesgo para sus vidas, necesidades de formación, presencia de grupos que inducen al delito, temores al rechazo, procesos jurídicos y, para el caso de las FARC, los desafíos de desenvolverse en un contexto político francamente enrarecido y polarizado.

Se observa en la población estudiada presencia significativa de síntomas así: estrés postraumático 31%; ansiedad 27,3%; trastorno explosivo intermitente del control de los impulsos 26,2%; estados maniacos 23%; depresión 17,1%; juego patológico 13,8%; psicosis 10%; consumo problemático de alcohol 7,8% y consumo de sustancias psicoactivas, 4,1%.

En la escala de “rasgos de personalidad”, la investigación subraya que “si bien hay algunas tendencias que pueden indicar riesgos de reincidencia o conductas disruptivas de la ley, estas no son mayoritarias… De manera que la decisión de ingresar a grupos armados se explica mejor por condiciones del contexto social y cultural de la violencia política”.

-59,2% de los encuestados reconoce que familiares suyos murieron por causas violentas; 52,9% se reconoce como víctima (ellos mismos o sus familiares); 25% tuvo experiencias de abandono de sus familias; 51% considera que en el lugar donde vivía antes de ingresar al grupo armado no había oportunidades laborales; 48% presenció situaciones crueles o violentas antes de ingresar al grupo armado y 38% estaba familiarizado con economías ilegales.

Una pobre calidad de vida percibida

El estudio midió la percepción de sí mismo y del entorno afectivo y físico, así como las posibilidades que este entorno aporta al proceso de reintegración. Un 36% muestra algo de insatisfacción consigo mismo; 41% advierte limitaciones en algunas habilidades de adaptación al medio; 42% no percibe bien sus apoyos afectivos y su capacidad de mantenerse estable en este sentido; 47,2% tiene percepción no satisfactoria sobre sus condiciones objetivas de vida y un 61,2% percibe que el entorno social y sus condiciones objetivas de vida no le ofrecen suficientes elementos para ir más allá de sus limitaciones actuales.

Lejos del manicomio

Como alternativa para abordar la realidad descrita, la investigación formula una propuesta disruptiva con respecto al enfoque tradicional de la salud mental y necesaria ante la ausencia de una arquitectura institucional para el postconflicto. Se propone sacarla del ámbito hospitalario, descartar la solución del manicomio, y restarle importancia a la mirada centrada en el individuo, para diseñar un proyecto integrador, con protagonismo de la comunidad, con visión local y largo aliento. Así se concibe:

“Un dispositivo social participativo que ayude a la gobernanza de los territorios en aspectos de convivencia, celebración de la diversidad, superación del estigma y la desconfianza, bienestar comunitario e individual, atención a la vulnerabilidad (…) Las acciones se deben dirigir a múltiples niveles de incidencia de manera articulada (todo a la vez): al fortalecimiento de los sujetos; a reencuentros y apoyos familiares; a la activación de dinámicas y proyectos colectivos y de pares; a la inserción laboral; a la formación y desarrollo de saberes y habilidades; a la activación sociocultural y simbólica de la paz, la convivencia, la solidaridad y la diversidad; a la prevención y afrontamiento de distintas formas de violencia; a la disminución y el desestímulo de la delincuencia y la ilegalidad; a la inclusión, la participación social y política y al fortalecimiento de las instituciones”.

Solo así, reiteran los autores de este estudio, se podrá lograr el afianzamiento de la paz y prevenir un nuevo desencadenamiento de la guerra.  Y, al final, una reflexión dirigida a quienes luchan por borrar la guerra de su vida:

“Las guerras no dejan sino dolor y muchas veces ni vencedores ni vencidos. A todos y cada uno de los excombatientes, una voz de aliento para que sigan el camino de la paz”.

Démobilisés en Colombie : le risque de « faire marche arrière »

La recherche « Santé mentale dans le contexte de démobilisation, désarmement et réincorporation : parcours, spectres de souffrance et qualité de vie de la population démobilisée du conflit armé colombien », a été menée par l’Externado de Colombie et l’Agence pour réincorporation et la normalisation.

· Résultats de l’enquête faite auprès de 27 mille personnes démobilisées des groupes armés en processus de réintégration.

· Le retour aux activités du conflit armé ou délictuelles est le résultat d’une série d’aspects, aussi bien des individus que de leurs contextes et des facteurs structurels de la société colombienne. Presque 77% des personnes enquêtées sont en risque de retourner au conflit armé.

· Près de 17% de la population enquêtée, presque 4.500 personnes, sont en risque à cause des expériences vécues, et méritent une attention particulière.

· 61% de la population doit faire face au mal-être émotionnel, qui peut être en train d’engendrer des troubles mentaux.

· La persistance des conditions sociales, économiques et culturelles qui ont provoqué la guerre, gêne la consolidation de la paix.

· La recherche établit des aspects prioritaires d’intervention et propose un modèle intégral d’attention communautaire.

La paix a été signée mais de nombreuses expressions de violence persistent ; de nouvelles et différentes formes de délinquance apparaissent ; la corruption règne ; l’intolérance et la violence verbale sont quotidiennes.

Que se passe-t-il ?

La recherche menée par l’Agence pour la réincorporation et la normalisation – ARN et le Département de la santé, le savoir médical et la société du Centre de recherches sur la dynamique sociale – CIDS, de la Faculté des sciences sociales et humaines de l’Externado de Colombie, offre des réponses à ces interrogations et à d’autres aussi urgentes que : jusqu’à quel point le chemin parcouru par ceux qui participent au processus de démobilisation et d’intégration à la vie civile est en danger d’être rebroussé ?

Les chercheurs du CIDS, dirigés par Diego Mauricio Aponte Canencio, ont conçu pour l’ARN l’Enquête multiaxiale psychosociale (EMP), créée en 2010 afin de découvrir les problématiques en matière de santé mentale et d’améliorer les processus d’accueil psychosocial offerts par l’institution. L’instrument est toujours utilisé dans l’actualité par l’ARN. Les résultats de son application par les professionnels de l’ARN, dans le cadre d’un processus de coopération entre l’académie et l’État, donnent lieu au livre « Salud mental en el contexto Desmovilización Desarme y Reincorporación: trayectorias, espectros de sufrimiento y calidad de vida en población desmovilizada del conflicto armado colombiano », écrit par Diego Mauricio Aponte et José Zapata, publié par la maison d’édition de l’Externado et présenté le 24 avril pendant le Salon international du livre de Bogota.

L’enquête, faite auprès de 27.000 personnes en processus de réintégration entre 2010 et 2014, peut servir de guide à tous ceux qui, suite à l’accord de paix, font leur transit vers la vie civile, soulignent les chercheurs.

On a pu établir une caractérisation générale de la population par rapport à : la probabilité de troubles mentaux (d’importants symptômes cliniques d’expression de la souffrance émotionnelle) ; des traits de personnalité importants ; des parcours de vie et la qualité de vie perçue, afin d’analyser conjointement la santé mentale et le conflit armé. Tout cela dans le but d’offrir des informations importantes pour comprendre et agir sur le futur immédiat, dans le cadre des efforts faits pour améliorer les résultats dans un domaine qui montre 70% d’expériences réussies, d’après les chiffres officiels de l’ARN, ce qui n’est pas décourageant si l’on compare par exemple au 70% de récidive chez les personnes liées au système de justice.

Il s’agit, selon les auteurs « d’une approche qui aborde des éléments de la souffrance émotionnelle, de l’histoire passée et du présent de chaque individu, dans divers contextes pour exposer un cadre de son processus de vie que l’on arrive à comprendre. (Car) il serait impossible d’étudier les conditions psychiques en dehors des contextes sociohistoriques… (Il s’agit) de comprendre divers symptômes ou troubles provoqués par l’expérience du conflit armé suite au deuil, aux répercussions sur la santé mentale, aux expériences cruelles et de barbarie, à la frustration, l’exclusion, le stress chronique, les ruptures émotionnelles et le lien social des participants. On doit aussi comprendre le mal-être dérivé de la transition des dynamiques de la vie militaire et du conflit armé aux dynamiques de la vie civile et le processus de réintégration ».

Ce qui montrent les parcours de vie des personnes

Les parcours de vie de ceux qui participent aujourd’hui aux programmes de démobilisation et de réintégration, offrent des informations spécifiques sur les possibilités de revenir vers les groupes armés. C’est un exercice qui compare le niveau de risque avant d’intégrer l’organisation armée, pendant que la personne en fait partie et lors du processus de réintégration à la vie civile. Les parcours sont analysés en fonction de huit axes, que l’on considère des facteurs déterminants du conflit et du mal-être émotionnel :

Disposition par rupture normative (ne pas respecter la loi) ; disposition par contexte culturel du conflit (normalisation des règles culturelles de guerre) ; disposition par réseaux à risque (fragilité des réseaux sociaux de protection et présence des réseaux délictueux à risque) ; disposition par affectation des liens (effets des expériences de victimisation non élaborées) ; disposition par pratiques politiques non démocratiques (corrompues, exclusives, violentes, non participatives et autoritaires) ; disposition par déficit de récursivité sociale adaptative (déséquilibre entre les compétences sociales, de travail et les opportunités) ; disposition par insertion professionnelle-productive et disposition par conditions de santé et autosoins.

Voici les résultats les plus importants :

– 77% de la population étudiée montre, dans tous les axes du parcours, un risque modéré, par rapport au 22% à faible disposition et 1% à disposition élevée. C’est-à-dire : il existe un risque modéré de revenir vers la guerre, chez la plupart de la population enquêtée.

– Plus il y a des alarmes dans les axes, plus élevé sera le risque de reprendre les armes. 17% présente plus de 3 alarmes : près de 4.500 personnes de l’enquête doivent recevoir une attention particulière.

– L’axe à plus de risques par disposition est celui du « déficit de la récursivité sociale adaptative ».

93% de la population présente un taux de disposition de modéré à élevé : les personnes avouent des déséquilibres entre leurs compétences et les opportunités de les utiliser dans les contextes de réintégration, autour des sujets traités dans l’enquête (résoudre des conflits, communiquer et avoir des compétences qui vont leur permettre de « se défendre » en termes productifs dans un environnement légal).

– Disposition par « affectation des liens ». Parmi 81,6% de la population qui présente disposition à risque dans cet axe du parcours, près de 42,9% reconnaît que dans l’affectation des liens il y a un taux plus élevé de risque et seulement 18,3% de la population se trouve en diminution. Cela montre une accumulation de deuils, pertes, cruauté, barbarie et proximité à la mort, des situations qu’ils n’ont pas eu l’opportunité d’assimiler et qui ont une grande importance sur la santé mentale et l’affectation émotionnelle.

– L’axe des « réseaux à risque » présente des chiffres alarmants : même si dans 40,2% de la population il y a eu une réduction du taux de risque par la fragilité des réseaux ou, tout au contraire, une augmentation de la présence des réseaux dangereux, qui agissent comme une sorte d’aimant vers la délinquance.

Pour conclure, d’après le document, « dans une grande partie de la population on constate une persistance et une augmentation des conditions de risque pendant la dernière étape, par rapport au moment où les personnes commencent à intégrer les groupes armés… (ces) constellations à risque spécifiques doivent être prises en compte pour évaluer et orienter les processus de réintégration ou de réincorporation et la construction d’une paix durable dans le post-conflit ».

Autre aspect important est la relation entre les indicateurs de la culture politique non démocratique, les réseaux à risque et la normalisation des règles culturelles de la guerre et de la violence que, selon les auteurs, devraient être résolus de manière prioritaire par les gouvernements.

La santé mentale de ceux qui quittent la guerre

D’après l’étude, on perçoit une certaine vulnérabilité de la population étudiée par rapport à la santé mentale. On identifie des facteurs existants même avant leur arrivée dans les groupes armés, et d’autres provoqués par les tensions liées au processus de désertion de la guerre : insertion professionnelle, reconstitution des formes de vie, retrouvailles avec les familles, insécurité et risque de mort, besoins de formation, présence des groupes qui promeuvent le délit, peur au rejet, processus juridiques et pour le cas des FARC, les défis de s’en sortir dans un contexte politique clairement tendu et polarisé.

On constate chez la population étudiée une présence importante des symptômes tels que : stress posttraumatique 31% ; anxiété 27,3% ; trouble explosif intermittent du contrôle des impulsions 26,2% ; états maniaques 23% ; dépression 17,1% ; jeu pathologique 13,8% ; psychoses 10% ; consommation problématique d’alcool 7,8% et consommation des substances psychoactives 4,1%.

Dans l’échelle de « traits de personnalité » la recherche signale que « même s’il y a certaines tendances qui peuvent montrer des risques de récidive ou des comportements disruptifs de la loi, celles-ci ne sont pas majoritaires… C’est-à-dire que la décision d’intégrer un groupe armé peut mieux s’expliquer à travers les conditions du contexte social et culturel de la violence politique ».

– 59,2% des personnes enquêtées avouent que des membres de leur famille ont décédé de manière violente ; 52,9% s’identifient comme des victimes (elles-mêmes ou leur famille) ; 25% ont été abandonnées par leur famille ; 51% pensent que dans l’endroit où elles vivaient avant leur arrivée dans les groupes armés il n’y a avait pas d’opportunités d’emploi ; 48% ont été témoins des situations cruelles et violentes avant leur arrivée au groupe armé et 38% connaissaient déjà les économies illégales.

Une mauvaise qualité de vie perçue

L’étude a mesuré la perception de soi-même et de l’entourage affectif et physique, ainsi que les possibilités que cet entourage offre au processus de réintégration. 36% des enquêtés se montrent insatisfaits avec eux-mêmes ; 41% signalent des limitations dans certaines compétences d’adaptation à l’environnement ; 42% pensent que leurs soutiens affectifs et leur stabilité dans ce sens ne sont pas convenables ; 47,2% ont une mauvaise perception de leurs conditions objectives de vie et 61,2% pensent que leur entourage social et leurs conditions objectives de vie ne leur apportent pas assez d’éléments pour aller au-delà de leurs limitations actuelles.

Loin des asiles :

Comme une alternative pour aborder la réalité décrite auparavant, la recherche propose une formule disruptive par rapport à l’approche traditionnelle de la santé mentale et nécessaire face à l’absence d’une architecture institutionnelle pour l’après-conflit. On propose l’éloigner du milieu hospitalier, rejeter l’option de l’asile et ne pas donner autant d’importance à l’individu, pour concevoir un projet intégrateur et durable, où la communauté joue un rôle principal au niveau local :

« un dispositif social participatif qui favorise la gouvernance des territoires en matière de vie en communauté, célébration de la diversité, dépassement des marques et de la méfiance, bien-être communautaire et individuel, attention à la vulnérabilité (…) Les actions doivent être menées dans différents niveaux d’incidence de manière articulée (tout en même temps) : le renforcement des sujets ; les retrouvailles et soutiens familiaux ; l’activation des dynamiques et projets collectifs ; l’insertion professionnelle ; la formation et le développement des compétences et des connaissances ; l’activation socioculturelle et symbolique de la paix, la vie en communauté, la solidarité et la diversité ; la prévention et l’affrontement de diverses formes de violence ; la

réduction et l’affaiblissement de la délinquance et l’illégalité ; l’inclusion, la participation sociale et politique et le renforcement des institutions ».

Seulement de cette manière, insistent les auteurs de l’étude, on pourra consolider la paix et prévenir le début d’une nouvelle guerre. Et à la fin, une réflexion qui s’adresse à ceux qui se battent pour effacer la guerre de leurs vies :

« Les guerres provoquent seulement de la douleur et souvent il n’y a même pas de vainqueurs et de battus. Tout notre soutien aux anciens combattants pour suivre le chemin de la paix ».

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